de Casper Uncal
Amor
llamó a mi puerta. Ya cascada
La
pintura por nudillos anteriores,
Con
la chapa del cerrojo tan rayada
Por
las llaves y ganzúas que le ponen,
Pero
firme en su lugar, siempre cerrada.
Porque,
Amor, cuánto costó cerrarla entonces…
Ese
día que el llamado fue tan fuerte,
Que
temblaron las bisagras y los goznes,
La
madera se agrietó violentamente,
Y
un tornillo se aflojó en el picaporte.
Desde
entonces no la dejo nunca abierta.
Silencioso
en la penumbra oigo los pasos
Que
se alejan de la entrada sin respuesta.
Aunque
sigo muy atento y esperando,
Sin
ser visto al otro lado de la puerta.
Porque
sé que el llamador sonará un día,
Otra
vez, pero con fuerza incontrolable,
Arrancando
las bisagras y los goznes
Esparciendo
la madera en mil astillas,
Destrozándole
el metal al picaporte.
Para
ver una respuesta a su pedido,
Sé
que apenas con un gesto a Amor le alcanza.
Ese
día quedaré desprotegido,
Sin
la última barrera que me guarda.
Hoy
vi por la mirilla: Estoy perdido.
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