de Daniel Schechtel
pero más vale que los días se duermen, como se duermen los
hospitales o las comisarías o los veinticuatro, como si no se durmieran las
veinticuatro horas del sol y la luna o las comisuras de tus labios cuando te
dormís; se duermen porque no hay quien los despierte, como nos pasa a nosotros
con el tiempo o la alarma o el brazo del amante que nos golpea sin querer al
moverse en sueños o el beso de nuestra mamá o el televisor del vecino o el
bocinazo de la calle; pero los días se duermen en el irrelevante acontecer de
lo ya pasado, de lo recordado, en el trasegar de la memoria embebida en
recuerdos de copas violetas del vino que no se quita y los billetes del
bolsillo doblados sobre la mesa bajo los anillos que te quitaste para no
lastimarme con cada caricia; pero se duermen, y no hay nada que los despierte
en tanto leas los carteles al revés y mires por el retrovisor porque cuando las
cosas despiertan es cuando las cosas van a cambiar y nuestros días no cambiaban
ni cambian en el bocinazo que nos despierta porque ya no es el brazo ni el beso
o el estornudo de dormir tan poco entre películas francesas y amaneceres de
locura cafeinística y bramidos de toro sobre colchones empapados de perfumes
que surcan las espaldas mojadas de los ensordecedores chapidos de la fricción
póstuma a esa mirada, la mirada que nos penetra y nos envuelve y nos transporta
como si empaquetáramos una cajita y la arropáramos con cinta y papel para
proteger ese cosito que lleva adentro que al final no importa tanto como la
caja que tan linda se la ve porque tanto nos hemos esmerado porque se cuide y
no se pierda o se rompa o se caiga y será eso ahí adentro que cuidamos lo que
se llama amor o relación o la palabrita que se elija para mantener un algo en
el aire como un puente sin sogas o los cables que van y vienen sin saber de
dónde o hacia qué lugar, y surcan los aires las llaves que vuelan de balcones y
las risas tras la puerta ante el golpe de contraseña y de vuelta las miradas
pero los días duermen, amor mío, y tras ellos se esconde la vida decían
algunos, como atrás de la almohada están los sueños dicen esos algunos también
creyendo siempre en algo atrás, siempre atrás, y por eso te miro los ojos
buscando la nuca, pero nunca desde atrás sino como esos algunos que miran la
almohada esperando el debajo sin verdaderamente mirarlo, acaso por miedo a no
hallar más que pelusas y cabellos de amantes pasadas o sólo por nobleza o quizá
por esa mística que nos invade al pensar que detrás de los días está la vida, y
por eso es que agarro el calendario y lo escribo para hallar detrás de cada
número el significado del transitar por un cartón con papelitos pegados a la
manera de heladera con imanes y muebles con recordatorios, como si no
recordáramos calar esos cigarros en las tardes de vuelo de palomas y pintura
cayéndose a pedazos, y me río ante la mera idea de escribir en el papelucho
arrugado que sobra de algún recadito o de algún envoltorio con esa lapicera que
da vueltas por la vida porque Marcela se la olvidó en lo de Juan y Gastón me la
trajo con Paula para que se la olvidara Laura en casa, Laura la otra amante y
ahora la tuvieras vos en la mano y yo me ría por las cosas de la vida y si te
dijera, si te dijera que esa lapicera, que de dónde viene, pero no te digo
porque no te puedo decir todo porque todo viene de muy lejos y quizá por miedo
a ir muy atrás, a dormirme como se duermen los días, y me río pensando en
escribir qué recordar como si no tuviera suficiente con las ganas de salir a
tomar una cerveza bajo las estrellas naranjas de esta ciudad eléctrica y de
rodear con mis brazos el espacio que desaloja tu cuerpo y o también capaz quizá
puede ser porqué no cantar las canciones que te hacen sonreír para que se
oblicue la voz y se caiga el sentido porque con la música se cae todo sentido y
los días se despiertan y para qué los recordatorios entonces si no me olvido de
decirte que no nos digamos nada mientras dure ese ratito porque cuando se lo
corporiza en verbos en primera persona se los eterniza en un calco en un molde
en un modelito que se arma y se guarda y se archiva y se olvida y al final
todos los momentos tienen ese mismo nombre y los días así se aburren y se
vuelven a dormir, pero nosotros no queremos más cerveza, y ya los cigarros me
sacan, así que me voy, amor, nos veremos cuando el día florezca canciones que
me muestren lo que hay atrás de los días, según algunos.