lunes, 29 de septiembre de 2014

Al estilo de Álvaro

Tirapare (Luis Capeletti)

Al estilo de Álvaro[1]
¿Qué hacer? ¿A dónde ir?
este letargo que me consume
los desvaríos vuelven
y el abismo se aproxima a mis pies
caerá en mi.
¡Basta! ¡Ya dije que basta!
este mundo agobia
el valor, el capital,
se consumen en una hoguera que no me conmueve,
me irrita
me siento desvanecer
ante la inmundicia que me rodea.
Esto no es vida
seres desbordados por la tibieza
los anhelos que no llegan
y la vida
que se consume.

Soy solo
y así estoy bien.
Si caigo en el derrotero del vivir
caigo solo. ¡Que yo no arrastro a nadie!
Oyeron. ¡Que yo no arrastro a nadie!

El ser, el no ser,
el quehacer, el devenir
el todo y la nada
la nada y el tiempo
mundos podridos, corruptos

-¡Violencia, violencia!: mis labios repiten.

No quiero nada.
¡Ya dije que no quiero nada!
La misericordia, el apoyo,
la fuerza,
la alegría
la amistad
son porquerías que
ni los cerdos digieren.
Regurgitan esas palabras.

La vida es mierda y las penumbras consumen la locura
nuevos mundos no retornan
los caminos se desvanecen. La risa sórdida
de Carón[2] llama, clama, agoniza
porque ni él se sostiene en la pérfida realidad
que nos rodea.

el abismo
el abismo
la angustia
la angustia
la angustia
y el desosiego de ser ,
de ordenar
de estructurar realidades que otros planifican
ser marionetas de marionetas
 cual Borges[3]
¿Qué dios detrás de dios nos mueve?
Crueldad, lujuria, vanidad.
Vanidad,
¿Cuál vanidad?
¿La de Cohelet?
¡Mucho peor!
El leviatán nos devora
nos desgarra
nos desangra
nos engulle para ser devueltos
iguales.
 Voluntades que se quiebran
sueños reales
pesadillas insepultas que vencen
batallas perdidas en manos que ya fueron tiradas
una, otra y otra vez
antes de que el primero las piense.


Desazón, desosiego
mares escarlatas giran violentos sepultando al ser humano

Tanto tiempo costó caer en la realidad
esta realidad aparente
que gobierna las vidas
las controla, las obliga
a no ser.
Ya no la quiero
ya no quiero ser su esclavo
ser servil a sus designios
y a sus planes
ser la masa que opera.
Autómatas del mundo
siervos oprimidos y oprimientes

Vomito violencia y excrementos al mundo
me da asco y repugnancia
el diario vivir.
Mejor sentarse en la vereda a ver
mi cadáver pasar. Y escupirlo.
Detener el carro fúnebre y orinar sobre el cajón.
Mas vale no enterrar
y que el epitafio sea:
-aquí yace la boca que grita violencia
y muerte

No pretendo congraciar ni ser simpático
grito, puteo, aúllo, devoro.
mis palabras no son bellas ni sonantes
ni le canto al amor, la flor o la patria
le canto al dolor, la angustia, la tristeza
le canto a la mierda recién cagada
y la sangre que brota de los muertos
a cuchillo o por metralla
le canto al mundo que nos consume
que nos acaba, nos deteriora
a la realidad que cava nuestras fosas diarias
cuando la jornada termina.

Solo traigo espada y fuego
dolor y penumbras.
Estallan mis versos como granadas de mano
mi grito es un mortero que dispara incesante
y mi garganta es un fusil que asesina
que denuncia
que no calla

Lloré de rabia, de impotencia,
de desesperación
por el abismo que consume
nos entierra en la
pérfida vida
de vivir
y no sentir
de perecer
a cada instante.
De morir
sin saber
lo que
hemos
deseado ser

La rabia y la impotencia consumen nuestros cuerpos.
Y perecer
perecer
¡Si!
¡Si! ¡Morir!
¡Ese es el sentido!
y no saber
lo que deviene, ...deviene
...deviene
la muerte

Y nuestros cuerpos subyugar en deseo interno.
La necesidad de existir
y ser más que el hecho de solo estar vivos

Estoy poseído
poseído por un demonio
un demonio de muerte y destrucción
un demonio que invierte
el orden del mundo.
Mundo que no existe
que no es.
 La nada reina en el vacio.
De la nada que impera
estoy poseído
y este situación de la que no me excluyo.
Búsqueda implacable que no acaba

Lamento decepcionar pero
aún
no creo que ya esté todo.
Todavía
queda luz
en el final.
Todavía
la lucha continua
los bombardeos siguen
y bajo el fuego
la brasa arde
el viento sopla huracanado
y yo sigo vivo
aunque esperan que esté muerto



[1] por Álvaro de Campos. heterónimo de Fernando Pessoa
[2] de La Divina Comedia de Dante. Barquero que cruzaba a las almas al infierno.
[3] Jorge Luis Borges (1895-1985) escritor argentino. Alusión a su  poema Ajedrez. 

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