Tirapare
(Luis Capeletti)
Al estilo de Álvaro[1]
¿Qué
hacer? ¿A dónde ir?
este
letargo que me consume
los
desvaríos vuelven
y
el abismo se aproxima a mis pies
caerá
en mi.
¡Basta!
¡Ya dije que basta!
este
mundo agobia
el
valor, el capital,
se
consumen en una hoguera que no me conmueve,
me
irrita
me
siento desvanecer
ante
la inmundicia que me rodea.
Esto
no es vida
seres
desbordados por la tibieza
los
anhelos que no llegan
y
la vida
que
se consume.
Soy
solo
y
así estoy bien.
Si
caigo en el derrotero del vivir
caigo
solo. ¡Que yo no arrastro a nadie!
Oyeron.
¡Que yo no arrastro a nadie!
El
ser, el no ser,
el
quehacer, el devenir
el
todo y la nada
la
nada y el tiempo
mundos
podridos, corruptos
-¡Violencia,
violencia!: mis labios repiten.
No
quiero nada.
¡Ya
dije que no quiero nada!
La
misericordia, el apoyo,
la
fuerza,
la
alegría
la
amistad
son
porquerías que
ni
los cerdos digieren.
Regurgitan
esas palabras.
La
vida es mierda y las penumbras consumen la locura
nuevos
mundos no retornan
los
caminos se desvanecen. La risa sórdida
de
Carón[2]
llama, clama, agoniza
porque
ni él se sostiene en la pérfida realidad
que
nos rodea.
el
abismo
el
abismo
la
angustia
la
angustia
la
angustia
y
el desosiego de ser ,
de
ordenar
de
estructurar realidades que otros planifican
ser
marionetas de marionetas
cual Borges[3]
¿Qué
dios detrás de dios nos mueve?
Crueldad,
lujuria, vanidad.
Vanidad,
¿Cuál
vanidad?
¿La
de Cohelet?
¡Mucho
peor!
El
leviatán nos devora
nos
desgarra
nos
desangra
nos
engulle para ser devueltos
iguales.
Voluntades que se quiebran
sueños
reales
pesadillas
insepultas que vencen
batallas
perdidas en manos que ya fueron tiradas
una,
otra y otra vez
antes
de que el primero las piense.
Desazón,
desosiego
mares
escarlatas giran violentos sepultando al ser humano
Tanto
tiempo costó caer en la realidad
esta
realidad aparente
que
gobierna las vidas
las
controla, las obliga
a
no ser.
Ya
no la quiero
ya
no quiero ser su esclavo
ser
servil a sus designios
y
a sus planes
ser
la masa que opera.
Autómatas
del mundo
siervos
oprimidos y oprimientes
Vomito
violencia y excrementos al mundo
me
da asco y repugnancia
el
diario vivir.
Mejor
sentarse en la vereda a ver
mi
cadáver pasar. Y escupirlo.
Detener
el carro fúnebre y orinar sobre el cajón.
Mas
vale no enterrar
y
que el epitafio sea:
-aquí
yace la boca que grita violencia
y
muerte
No
pretendo congraciar ni ser simpático
grito,
puteo, aúllo, devoro.
mis
palabras no son bellas ni sonantes
ni
le canto al amor, la flor o la patria
le
canto al dolor, la angustia, la tristeza
le
canto a la mierda recién cagada
y
la sangre que brota de los muertos
a
cuchillo o por metralla
le
canto al mundo que nos consume
que
nos acaba, nos deteriora
a
la realidad que cava nuestras fosas diarias
cuando
la jornada termina.
Solo
traigo espada y fuego
dolor
y penumbras.
Estallan
mis versos como granadas de mano
mi
grito es un mortero que dispara incesante
y
mi garganta es un fusil que asesina
que
denuncia
que
no calla
Lloré
de rabia, de impotencia,
de
desesperación
por
el abismo que consume
nos
entierra en la
pérfida
vida
de
vivir
y
no sentir
de
perecer
a
cada instante.
De
morir
sin
saber
lo
que
hemos
deseado
ser
La
rabia y la impotencia consumen nuestros cuerpos.
Y
perecer
perecer
¡Si!
¡Si!
¡Morir!
¡Ese
es el sentido!
y
no saber
lo
que deviene, ...deviene
...deviene
la
muerte
Y
nuestros cuerpos subyugar en deseo interno.
La
necesidad de existir
y
ser más que el hecho de solo estar vivos
Estoy
poseído
poseído
por un demonio
un
demonio de muerte y destrucción
un
demonio que invierte
el
orden del mundo.
Mundo
que no existe
que
no es.
La nada reina en el vacio.
De
la nada que impera
estoy
poseído
y
este situación de la que no me excluyo.
Búsqueda
implacable que no acaba
Lamento
decepcionar pero
aún
no
creo que ya esté todo.
Todavía
queda
luz
en
el final.
Todavía
la
lucha continua
los
bombardeos siguen
y
bajo el fuego
la
brasa arde
el
viento sopla huracanado
y
yo sigo vivo
aunque
esperan que esté muerto
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