sábado, 27 de septiembre de 2014

LAS DESPEDIDAS- Cantar de CiudadPueblo

de Casper Uncal

Fueron tristes sin duda las despedidas
Cuando los mercenarios de CiudadPueblo
Bajan a luchar unos contra los muertos
Y contra el Káiser otros quedan arriba.

Varios no volverían jamás a verse
En este mundo al menos, los que otras veces
Compartieron batallas y entrenamientos,
Victorias y derrotas, de tiempo en tiempo.

Y los que más llegaron a conocerse
Luchando en la penumbra en íntimo duelo
En la víspera al viaje los vi alejarse
De dos en dos a darse un adiós secreto.

Cerca del campamento donde a alistarse
Van los mercenarios rebeldes al Káiser
Dos figuras se sientan sobre una loma
Mientras en el cielo los astros asoman

El Astrólogo Heleno allí se despide
(en el mismo lugar que se conocieron)
De la Astrónoma Ucraniana, que le pide
Un último análisis del firmamento.

Hasta un bosque tupido la cazadora,
La Amazona de las cálidas regiones,
Levanta en su montura en pleno galope
Al rebelde más joven que vio en la tropa

 (Para devolverlo al terminar la noche,
Despeinado el pelo y revuelta la ropa,
Y una confundida sonrisa en la boca,
Llevando a su guerra el recuerdo del goce)

En las ruinas del altar de nuestro Templo
Prendieron velas y quemaron incienso
La Gitana adoptiva y el Ermitaño
Y a simple vista parecían rezando

A los varios dioses y diversos santos
(recuerdos de viajes que guarda el sagrario)
Pero aunque le escondan su vínculo al resto
Como incienso y velas su dolor intenso
Sabemos que arde al tener que separarse.

En el atrio la Doncella Castellana
No lejos de ellos, también de rodillas
Vela sus armas aunque en su mejilla
Duerme el viejo beso del que en caravana

Partiera a vender su mercadería
Despidiéndose de ella hace ya varios días
Cargado de joyas como las que antes
Engarzó en su espada aquel orfebre amante.

Y la Dama Mora nadie sabe a dónde
Se escapa a perderse en esta última noche
Para despedirse quién sabe de quién,
Aún es un secreto que ella guarda bien

Los fuegos de las tiendas de los rebeldes
Por una noche albergan a nuestros hombres
Y de lejos se escucha que se distienden

Hasta cuando el Lucero en el cielo se asome.

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