de Matías Cajal
Estoy
despejado,
llovido
en luz,
el
tiempo no me existe
la
velocidad
me
come
e
presente,
al que
no logro adherirme,
presencia
me exige
con un
berrinche,
me
mira tramposo,
con
mentiras
y un
bigote.
Mi
pequeña-grandeza reside
en
alejar la pereza,
en no
ser presa
del
reproche.
Pues
que cada uno
se
haga cargo
de su
corazón che.
Que se
me anochece
la
felicidad
instantáneamente
que la siento.
Que se
me adormece
la
tranquilidad encima
suspirando
vencida.
Que me
mecen
los
vientos,
esparcen
la ignorancia
de mis
conocimientos.
Es que
la abundancia
de un
nuevo invento,
castra
el
ronquido del aburrimiento.
Oponerme
a este vendaval
no
podre,
de
salvarme
lo
intentare,
de
amargarme
antes,
esperanzare.
Sentiré
pensando
que
hare,
partiré
sabiendo
que
regreso
Soportar
la vida
con un
corazón
La
mente y los huesos,
abominable
y monstruosa
a
veces me come por completo,
con
sus sorpresas
o
cambios rápidos
tardo!
tardo!
pero me adapto.
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