En los
papeles, claro, el trazo es impecable. Las avenidas, los canales, los jardines…
las simetrías y equivalencias se suceden en un entramado de obsesivo
planeamiento. Es seguramente por eso que, en la vida real, los diferentes
latifundios fueron siempre territorios de fronteras inciertas.
Cada zona
de CiudaPueblo es un dominio que puede cambiar imprevisiblemente de límites y
dueño, desvirtuando el orden de mapas y de planos.
Los feudos
principales (la Acrópolis, Feudo Catedral, quizás el parque del Santo Mártir),
no cambian en esencia. Tampoco el Mercado ni Los Establos. Las Cortes, si se lo
puede considerar realmente un Feudo, apenas varía. Pero Ciudácadémica no deja
de expandirse alrededor del Bosque de las Fieras. Feudo Alto mantiene su
constante litigio con La Duna, discutiendo sus derechos alrededor de la Torre
Caracol.
La
Necrópolis sigue aislada por el Páramo, y crece hacia afuera del foso
circundante. CiudaVieja siempre suma alguna nueva compañía de bandidos que se
la adjudica, y de las Casas de Sanación muy pocos se preocupan. En Las Vísceras
no entra ni la Guardia Urbana, del Feudo Rojo no se habla por obvias razones, y
cuánto abarca Feudo de Nadie es una incógnita.
Fuera de la
protección del Foso Circundante, la comuna se desgrana en latifundios agrícolas,
parajes hostiles y terrenos salvajes (aunque hacia adentro, la seguridad es
relativa: hay muchos Señores Feudales y demasiados mercenarios…)
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