domingo, 24 de enero de 2016

CIUDAPUEBLO: LOS FEUDOS / “LOS ESTABLOS”

Cuando uno va llegando a CiudaPueblo, ve desde el Camino Imperial los campanarios de la Catedral. Al atravesar la Puerta del Mercado, donde el Camino termina y las murallas que cercan sus últimos tramos forman un arco, el que llega puede cruzar la feria hasta la Acrópolis. No tiene más que seguir el Canal de los Negros, a pie o contratando un bote público.
   Pero el viajero que sabe entrar a CiudaPueblo eludirá la Puerta del Mercado, y cruzando el Foso Circundante por alguno de los puentes del extremo norte, tomará el Canal de los Negros desde su comienzo, para recorrer primero Los Establos.
   Esta región, que las moscas, el barro y el olor a bosta no llegan a arruinar, está surcada por el tramo más verde del Canal los Negros (que, si bien corta de punta a punta la ciudad, no tiene en ningún otro feudo márgenes con tantos árboles ni mejores pastos).
   Jinetes y conductores traen sus caballos y carros para recomponerlos en las muchas caballerizas que ofrece cada calle. Los hay de todo tipo: de correos, de carga, de carreras… estos últimos, rara vez abandonan la zona, se crían, se entrenan y compiten en las pistas del pequeño Coliseo emplazado en el otro extremo del feudo: la encrucijada de la Avenida del Agua y la Senda de la Cárcel, donde está la Puerta del Mercado
   Una muralla, la que acompaña la última parte del Camino Imperial hasta ese arco  (triple frontera entre El Mercado, Los Establos y la Acrópolis), ha dejado a los establos siempre medio al margen de CiudaPueblo, hasta el punto en que muchos están convencidos de que “los de atrás de la muralla” pertenecen al País de las últimas casas (esa aldea arcaica, menos grande aunque más vieja que CiudaPueblo, que empieza recién al cruzar el Foso Circundante por el Norte)
   Los que andamos seguido por los caminos barrosos de Los Establos, tan pacíficos de día como inhóspitos de noche, sabemos que este latifundio fue de los primeros, lo que testifican sus casas largas y de techos altos, con patios de buena tierra para cultivar las huertas familiares.
   El aislamiento y el interés general por la apuestas (abundan los establecimientos, mas o menos legales, de naipes, astrágalos, loterías babilónicas y ruedas de la fortuna) traen gente que suele estar de paso. La paz es firme en Los Establos, sus habitantes son sencillos y la presencia de la Guardia Urbana es fuerte: toda iniciativa bélica suele agotarse en simples peleas de tahúres y rufianes. Mercenarios y aventureros prefieren probar su suerte en las casas de juego, o arriesgarse a conseguir alguna fortuna en el Coliseo antes que en algún saqueo.
   Se sabe, si, que rústicos armados llegan de los montes (allende el País de las Últimas Casas) incursionan en el feudo para robar caballos y secuestrar mujeres, cruzando a nado el Foso Circundante, de forma clandestina, amparados por la oscuridad de las calles y la desidia de la Guardia Urbana: no debe culpárselos porque, la mayor parte de la noche, prefiera custodiar las casas de juego y las caballerizas de, casualmente, los ciudadanos poderosos.

   Hacia el Oeste Los Establos termina, como se dijo, al borde del Camino Imperial. Del otro lado de esas murallas, opuesto en muchos aspectos, comienza Feudo Alto.

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