de José Lombardo
En la devoradora penumbra de la cueva, el muchacho creyó ver
una luz que crepitaba a lo lejos. Agudizó la vista y pudo apreciar a lo lejos
una antigua lámpara de aceite. Pensando que le sería de utilidad para continuar
su travesía decidió ir a tomarla, pero al acercarse descubrió que aquel fuerte
resplandor amarillento no provenía de la lámpara, sino de quien la sostenía.
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