de Daniel Schechtel
Ven aquí
nudito,
menéate para deshacerte,
destensa tu embrollo en finura,
desestresa tu ropaje tenso.
Descarga el dolor del apriete,
ven y siéntate,
y deja chorrear tus piececitos
así se sueltan de tu vientre,
y se lamen las heridas
de este nudo que hiere.
Ven y acuéstate,
que solos se deshacen
los puños que te aprietan;
que las manos que te entrelacen
la próxima
se abstengan,
en el reguero en que te rehaces.
Ven caminando, lenta
y dolorosamente,
que en tu marcha suculenta
te desato con la mente.
Ven y muéstrame la llave
del candado de las manos,
ven y bébeme el jarabe,
el aceite que gestamos,
y entre roce y nudo viejo
que se deshace,
lloramos.
Ven que la caricia afloja,
es tu soga ya unos hilos,
tu gemir un canto fino,
bien finito que acongoja,
es un trino,
en una hoja.
Ven
que tu sombra se agrotesca,
se divide y pierde cuerpo,
mientras mi nudo desatas,
mientras nos amarra el viento.
Ven
nudito,
que acaso viniendo al mundo
te ataron de a pedacitos,
y para liberarte de a poco
debamos desatarnos,
deshilarnos,
despacito.
Ven,
que de a poco te desnudo.
Ven,
nudito,
que de a poco te desnudito.
Y desnudados y libres,
con la brisa
nos separamos.
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