de Casper Uncal
Sellamos el pacto como es frecuente
Firmando unos papeles y sosteniendo
Las manos apretadas por un momento.
Me llamó la atención, como al Ermitaño,
(Quien también avalaba este pacto extraño)
Que no usara rituales el Nigromante,
Ni palabras antiguas, fuego ni sangre,
Y con sus negras artes cerrar el trato.
“Ya habrá tiempo para eso”- Nos dijo el mago
Revisando los pliegos para guardarlos
En su túnica oscura, prolijamente-
“Tiempo para conjuros, ritos y muerte;
Primero lo primero, que queden claros
Los términos legales de este contrato”
-Y nos hizo sentir como dos infantes
Que a un viejo ilusionista que está cansado
De entretener borregos encaprichados,
Persiguen por la feria pidiendo trucos.
“Si ningún habitante del viejo templo”
-el Nigromante dijo empezando a irse-
“presenta sobre esto alguna objeción,
Aconsejo empezar a alistar el grupo
De quienes deben ir a la expedición,
Porque van a hacer falta hombres y mujeres
Sin miedo a bajar al país de la muerte”
-Objeciones habría, de aquellos otros
Que las ruinas del Templo, junto a nosotros
Lograron conquistar como suelo propio:
De otras órdenes miembros, aunque hermanados
A mí y al Ermitaño por la defensa
Del Templo que adoptamos por fortaleza.
“Nosotros respondemos ante las quejas”
-dije con el aval de mi compañero-
“que puedan tener otros en este Templo,
Los que no estén marcados por su Destino
A cruzar esa puerta que descubrimos
Que baja hasta el infierno por el camino
Que juramos, firmando este pergamino,
Recorrer hasta encontrar la que has perdido”
-Habló menos retórico el Ermitaño
Tan parco como eran tan cortos sus años:
“Si entendí bien el convenio
Debemos de nuestro gremio
Llamar con algún apremio
A aquellos que pongan precio
A su fuerza o a su ingenio
Y les entusiasme el premio
De este plan, y a tu criterio
Queda conseguir los medios
Y expertos del ministerio
De artificios
y misterios”
“Así sea”- Sentenció el brujo de negro
Ya cruzando el portal de nuestra casa-
“Que se sepa que no faltan los valientes
Entre aquellos de la escuela que yo integro”
“Menos entre nuestra gente”
-Replicó el Ermitaño, aunque inútilmente
Pues no nos escuchaba ya el Nigromante-
“¿Y qué nombres se nos vienen a la mente?
-pregunte viendo a mi hermano no de sangre.
Contestó cerrando rejas y batientes
Como para no alentar más visitantes-
“De los que entrené, cualquiera
Que haya luchado en la Arena
Enfrentándose a Las Fieras
Sin que en ninguna pelea
Se defeque o se muriera,
Sirve para esta tarea”
Esa tarde salieron, sin demorarse
Los mensajes con nombres de aquellos héroes
Que tantas veces vieron venir la muerte
En un mundo de vivos, y ahora su suerte
Será buscarla donde es omnipresente”
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