miércoles, 30 de julio de 2014

Margarita y los varones de estaño

de Roxana  D’Auro

La tradición  andina  indica que en un canastillo trenzado,  y envueltas  en vellones de lanas de colores,  se acomodan las figuritas de estaño.
Una tortuga para la longevidad.
Un búho para la sabiduría.
Un ídolo para la espiritualidad.
Un sol para la abundancia.
Y una pareja copulando.

Margarita aprendió  eso, desde pequeña. Sabía que  era una buena manera de atraer lo que faltaba.
Y a ella,  le faltaba un hombre. Ni siquiera un amor,  no, un hombre, con olor a hombre, con piel dura de hombre, con la tosquedad  y el apuro.
Por eso,  en su canastillo, coleccionaba varones  de estaño, sólo varones;  no le interesaban ni la inteligencia, la sabiduría, ni siquiera las riquezas, ella sólo quería  eso: sexo, machos.
De alguna manera se sabía incompleta y encontraba que todo lo que en ella era pequeño, suave y redondo, en el hombre  era contundente,  abrupto, tenía una violenta presencia.
En su colección,  las figuritas no superaban el largo de su dedo meñique, pero en esa mínima representación, cada uno de esos varones ostentaba escandalosas vergas.
Algunas figuras eran solamente un falo, con  unas líneas que insinuaban un rostro .Esas eran las que más le gustaban, en todo lo demás los hombres son iguales a las mujeres: dos brazos,  dos piernas, lo que le importaba era el falo.
Tenía una  que le gustaba particularmente, un varón  recostado con el torso inclinado sobre su propio sexo,  abrazándolo, apenas  pudiendo por su diámetro exagerado,  sosteniéndolo como si fuera un cañón.

Todas las noches Margarita se masturba frenéticamente frente a  las figuritas , pidiéndole  a sus  ancestros , regando la tierra , envuelta en sudor , atormentada  por el deseo  de esa porción  de carne  que se agiganta y encoge.
Y se queda dormida,  así, todas las noches,  despatarrada.
Y despierta,   al día siguiente,  esperando que algo suceda.
Hay noches  en las que sueña. En algunos de sus sueños,  esos varones de estaño toman vida  y en las manos de Margarita, ansiosas, el metal frío se transforma en masa caliente.  
Margarita toca, palpa, huele, roza, anhela.


Y un día  a la mañana,  cuando despierta,   ve  que le ha crecido un pene entre las piernas. 

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