de Néstor Asprea
Mi padre me lo agradeció,
me dijo que el orden y la limpieza eran importantes, que la pulcritud y hacer
lo que se debe es importante.
Orgulloso de mí mismo
tiré a la basura las setenta moscas que había matado con mi agilidad y un
repasador.
Ese momento de mi
infancia quedó cincelado en mi memoria y marcó muchos actos y decisiones que
tomé en mi vida.
Hoy puedo decir que hago
mi trabajo de manera ordenada, con limpieza y pulcritud. Pero sobre todo que hago
lo que se debe hacer. En México encontré el lugar ideal para mi desarrollo
personal, si me hubiera quedado en el sur en esta época me hubiera muerto de
hambre. Años atrás tal vez no, no lo sé. Pero ahora, en México me va estupendo,
me sobra el trabajo, vivo como quiero, se podría decir que estoy realizado. Y
todavía queda mucho por hacer, así que estoy instalado definitivamente acá,
sabiendo que en cualquier momento me llaman para encargarme una tarea. El jefe
me trata bien, eso me gusta.
Sé pulcro, me decía mi
padre y le hice caso. Todas mis herramientas las mantengo limpias y en perfecto
estado y de a poco voy invirtiendo en más y mejores. Así, me mantengo
actualizado y manejo el concepto de que cada herramienta sirve para una función
diferente y específica.
Desde que asumió este
presidente son diez mil por año. ¡Diez mil! ¿Se imaginan toda la tarea que hay?
En este rubro, el presidente es un capo generando puestos de trabajo.
No me gusta mezclar el
trabajo con la vida hogareña, por eso guardo todas las herramientas en mi
depósito. Las tengo perfectamente ordenadas y son de las más variadas: fusiles
ametralladoras, (mi preferido es un AK-47 que paradójicamente era el símbolo de
la lucha por la liberación), rifles de precisión con miras telescópicas,
revólveres, pistolas, cuchillos, sables, una bazooka, granadas, motosierras, de
todo un poco, además de bolsas negras.
Hago toda mi tarea de
acuerdo a las instrucciones que me dan. Presto perfecta atención a esas
indicaciones y las ejecuto del mismo modo. Soy muy preciso pero sobre todo, trabajo
manteniendo el orden y la pulcritud.
Si hay que descuartizar
me encargo personalmente: por un lado las cabezas, manos y pies, que
generalmente las retiramos del lugar en bolsas. Por otro lado dejo los demás
restos que quedan en el lugar en una escena que parece caótica pero no lo es. Sin
falsa modestia, me considero un artista. Thomas De Quincey estaría de acuerdo.
Si hay que colgar yo me
encargo del lugar y del orden de los cuerpos. Si hay que matar, simplemente me
encargo que los cadáveres queden en una perfecta disposición, cuando ato, uso
sólo nudos marineros.
Ahora me voy porque tengo
un trabajo que hacer.
Una llamada anónima dio
alertó a la policía. Cuando el comando policial llegó al sitio, un lugar
apartado en las afueras de la ciudad, se encontró con siete cadáveres
perfectamente alineados, atados por sus extremidades, dispuestos de tal forma
que formaban una composición asimétrica y armónica, y cada uno con un tiro de
gracia en la cabeza.
-Atención, dijo el
sargento Hidalgo por la radio, llegamos al lugar y encontramos siete muertos.
Del otro lado del
handy le preguntaron:
-¿Alguien vivo, algún rastro, alguna pista?
-Nada, no vuela ni una mosca.
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