sábado, 28 de junio de 2014

Vos, Yo, Nosotros

de Facundo Martínez

Vos
sos el silencio necesario para escuchar todos los colchones que se hunden bajo dos cuerpos.
Un corazón dando vueltas en un frasco con formol, ahí, quieto y sin desintegrarse, algo para ver y fingir conocimiento de las cosas que no se entienden a simple vista.
La garantía de que a nadie le importa dormirse sin girar mi almohada 4 veces. Una, para distraerme, la segunda vuelta para asegurarme, en la tercera dudo de mi memoria y la última para que ella (mi memoria) se ofenda y demuestre todo lo que puede recordar, todo lo que vos, seguro, ya te olvidaste.
Un doctorado en nostalgia, saber que disparar indirectas no es nada fácil, hay que saber poner el propio cuerpo para desviar las palabras, siempre con el riesgo de que se atoren en nuestra garganta (siempre con la certeza de que se astille en los lagrimales).
Si fuimos todo,
una calle con dos carriles para el afecto que de a poco fue cerrando una de sus vías por una reparación que nunca se llevó a cabo.
Si nos volvimos invencibles agarrados de la mano mientras nos decapitamos a besos. 
Si saltamos del precipicio haciendo el amor en el vacío, si nos enredamos en las cuerdas de nuestros paracaídas.
Si escribí todos los poemas posibles en tu espalda
¿Cómo no darnos cuenta de que un libro solo puede quemarse por completo una vez?
Nosotros,
nosotros ya no somos,
Vos,
      Yo,
Poesía
no somos.

Nosotros, yo. Parte 3.


Una casa a lo lejos, cerca, cerca y adentro de mis fronteras. 
Pero no era una casa propia, si por herencia, no por recuerdos.
Es conociendo un lugar que conocemos, o se cree conocer,
que uno desconoce si las puertas que abrimos antes todavía nos llevan al mismo lugar. 
La casa tenía escaleras,
                                   demasiadas para contarlas,
                                                                            demasiadas para volver a encontrarlas.
(Y hay quien avanza un escalón más de lo debido)
¿Que hacer de una casa semi vacía?
Llena de cosas invisibles, sin materia, y una excepción a la regla.
¿Que hacer si uno se pierde en sí mismo?
Yo me llamo a gritos,
                                                 y hay dos que me responden.
Hay dos que me buscan a gritos,
                                                 y soy yo el que no responde.
 
¿Tengo que correr?
¿Tengo que esconderme?
Podría encontrarlos primero, tomarlos por sorpresa.
Pero es claro que ellos piensan lo mismo,
tomarme por sorpresa, a mí y al otro que falte.
Es una cuestión de tiempo, contrarreloj y contracorriente.
Dos de Tres sorprendidos,
Uno de tres eligiendo por el resto.
 
 (...) 
 
Fue en una habitación, sin puertas, con dos escaleras como entrada.
Ahí quise esconderme, ahí quise encontrarlos.
Un placard, o no tanto,
un ataúd, bastante ataúd.
Abrí la tapa cuando ellos aparecieron en la habitación
                                 (y nos quedamos callados).
Estaba ella,
la piel besando los huesos,
el cabello como enredaderas en sus ojos,
y los labios agrietándose en relámpagos. 
Que horrible escuchar su voz,
que paralizante su dejo de hablar.
"Estos muertos son míos"
y los tres dejamos de nombrarnos por un momento.









No hay comentarios:

Publicar un comentario