de Roxana D’Auro
-A los pibes hay que enseñarles
códigos, se justificaba después,
fumándose un cigarro atrás del otro.
Nunca tenía encendedor, con la brasa del
que estaba muriendo, encendía el siguiente.
-Una cosa es que sea puta y otra que me maltraten.
-Este es un trabajo como cualquier
otro.
-Es más, soy una necesida’ de la socieda’.
-Si yo no existiera ya le hubieran
roto el culo al chetito ese, con todos los degenerados que andan calientes por
la calle hoy día.
Era una tipa de ley. Laburanta como ninguna y buena compañera., hasta de los trabas,que
siempre están en trifulcas. Ella los
comprendía. Una vez, cuando se agarró una peste y no pudo trabajar por meses
que todo ahí abajo le ardía y le supuraba, se ganó la vida aguantando a un par
en su casucha. Repartían los gastos y la Turca terminó
siendo madre, consejera y enfermera.
Fue cuando “Lola” apareció con eso
inyectado en las nalgas, qué necesidad, qué porquería, si se la van a meter igual, si
cuando están calientes nada les importa. Pero no , la “Lola” quería tener un
culo espacial y se fue a inyectar aceite
de avión, silicona de auto o no se sabe qué mierda, fue a lo de un hijo de puta que
los estafaba por ahí, por la Calchaquí. La cuestión es que no le avisaron que
tenía que dormir con el traste para
arriba para que eso no se le aplaste y cuando fue al baño y se sentó a
cagar , le quedó la marca de la tabla , pobrecita, pobrecito , parecía un culo de
plastilina lo que tenía y lo que
lloraba y después le agarró la fiebre , altísima, que casi se le muere ahí en la casucha a la Turca y no lo podía llevar
al hospital ni a la salita porque había andado metido en un tema pesado de
merca , siempre en quilombos esos putos . La Turca no era muy merquera, se cuidaba bastante de
eso, unas líneas nomás, capaz una vez a la semana o los fines de semana de mucho laburo, para rendir, para aguantar, para no sentir.
Había visto cada pibitas hechas mierda por meterse tanta cosa, reventadas de
pincharse. Ella no curtía eso. Tampoco le iba el maltrato, ni la explotación. Entendía bien las reglas
del juego, las reglas de la calle, de la yuta, sabía que necesitaba un cafiolo
que la proteja , pero nada más que eso, que se llevara su parte, pero no todo,
y que no fuera el mismo que le vendiera merca, fundamental. Por eso con “el
Perro” se entendía bien , hacía años que laburaba para él , seco, parco , cara
de orto , decían por ahí que tenía una familia en Chaco , que una paraguaya había sido su gran amor ,
que lo enloqueció y lo peló para rajarse con otro, cosas que se dicen , en la
calle todo el tiempo se dicen cosas , crecen historias , se multiplican
los mitos , es la diversión , el
entretenimiento , el condimento de la espera . El Chirito, un puto que se deja coger en los bosques por
monedas, de gusto nomás, es un
especialista en historias, la
Turca sabe que la mitad de lo que dice es mentira y la otra
es inventado, pero más de una vez se sentaron una noche de lluvia torrencial
en el refugio de cemento, la parada del
bondi y se pasaron las horas compartiendo una petaquita de whisky y
cagándose de risa de sus historias.
-Tendrías que haber sido escritor
vos, Chirito, te hubieras llenado de
guita.
- Con los clientes nena, nunca pero
nunca, ¿me entendés? Ni besos, ni caricias ni orgasmos. Pagan por estar un
ratito metidos ahí abajo, hay que bajarles la leche nomás, no hacerlos sentir bien.
Y ella aprendió y cumplió y claro
que le sirvió esa lección:“los tres principios inviolables de una puta” , lo
único inviolable de una puta, se lo
contaba siempre así , cagándose de risa
a las nuevas , a las pichoncitas que
enseguida se entusiasmaban con mentiras , con huevadas que les hacían perder la
cabeza que es peor que el cuerpo .Pero
un día sucedió la desgracia . Fue un fin de semana, uno más, nada especial,
seis, siete clientes. El último, un pendejo, bastante limpio, hasta se diría
correcto, educado. Pagó bien, sin chistar, sin regatear y tampoco pidió nada raro, no era un
enfermito de esos que quieren asquerosidades, quería garchar
nomás ,como buen cristiano. Y todavía hoy,
tanto tiempo, todavía hoy, a la Turca cuando se acuerda, se
le enturbia la mirada, no sabe cómo fue que pasó. Hasta lo convenció de ir al telito ese, a la vuelta del
diagonal, donde por cada cliente que
llevaba le daban una comisión, todo parecía como de costumbre, ¡qué se iba a
imaginar! , si arrancaron como siempre ,
sin mucha vuelta , derecho al grano , ¿y el flaquito? ¡qué iba a sospechar
ella! , si era uno del montón , tampoco
la tenía demasiado grande , no sabe, no se explica la Turca en qué momento su cuerpo la abandonó, la traicionó y empezó a sentir por debajo del ombligo un
calor que la quemaba y un sudor
frío le corría por la espalda y las
nalgas y le empapó la parte de atrás de las rodillas y todo adentro eran hormigas y los piecitos le empezaron a temblar , se le enroscaron los
dedos de los pies y sin quererlo , sólo
abrió la boca para respirar y exhaló un gemido largo, profundo , animal .
Acabó con todo el cuerpo estremecido
y el jadeo de una hembra en celo
aleteando en la garganta.
El joven sonrió y ella lo odió.
El se bajó de encima, de su cuerpo
crepitante, se puso los pantalones, se vistió
y le dio las buenas noches, abrió la puerta de la habitación y se fue.
Ella se sentó en el borde de la cama, también se vistió, lentamente. Abrió
su bolso, encendió su celular. Eliminó los dos mensajes de Raúl, eliminó a
Raúl, tomó un camino diferente hacia su casa, bien alejado de su parada.
Dos travestis se la cruzaron a mitad de camino y la increparon , dispuestos a cagarla a palos por pisar su territorio, pero
se dieron cuenta que andaba con la
mirada perdida , preguntando dónde se podía denunciar un robo , el robo de lo único
que le quedaba.
¡Excelente, Roxana! Me encanta tu prosa, el lenguaje, el amor al personaje. Lo he disfrutado mucho.
ResponderEliminargracias por tu tiempo de lectura y tu comentario , está bueno poder llegar con nuestros escritos mientras seamos inéditos!
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