de Camila Castaños
En la bandera de la libertad bordé
el amor más grande de
mi vida.
Federico García Lorca
Entre el mar de gente,
un oleaje de sensacional cataclismo,
¡Brotó de un paraguazo!
No pude ver más nada…
Y observé:
A la Maga de Cortázar.
A la Matilde de Neruda.
A la Víbora de Parra.
A la maquiavélica de la Colorina.
A la Silvina, Olga y Diana de Pizarnik.
A la Susan de Annie.
A la razón de amor y largo lamento de Salinas.
A la Luz de Benedetti.
Al exilio o el reino de Lastra.
A las locas mujeres de la Gabriela.
A las hijas del Campeador.
Al dolor de la Alfonsina.
Al surrealismo cálido de Van Gogh.
A la lengua y herida de Gamoneda.
A los grandes amores de Lorca.
A los sonetos de Lope.
A Lolita de Nabokov.
A las fijaciones de Bukowski.
A las locuras de los gemelos Mann.
A la lucha de Cernuda.
A la complicidad esencialmente contingente de Simone y Sartre.
Al irónico erotismo de Marosa.
Al infierno político pasional de Frida y Diego.
Al tormento de Idea y Onetti.
A ellos,
A ellas,
A elles,
A todo lo que conlleva la existencia poética.
La que goza de la mirada adormecedora de mares,
estremecedora de madrugadas,
móvil eléctrico de multiorgasmos míos.
A ella vi,
completa,
hambrienta de mí.
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