martes, 9 de septiembre de 2014

HOLA AMOR MÍO:

de Martha Alicia Lombardelli 

HOLA AMOR MÍO:  

Como  ha pasado tanto tiempo desde el día en  que te fuiste diciendo que en quince días estabas de regreso, he decidido escribirte para contarte algo que deberías saber.
He comprobado que te amo. Ese hecho es totalmente independiente de tu reciprocidad. Trabajar sobre mi persona hace que no vea el amor como moneda de cambio, y sí como una donación que podemos hacer a determinadas personas, demás seres vivos y, hasta a algunos objetos que nos hacen más agradable la vida cotidiana. Como la mecedora frente al hogar, con Batuke durmiendo sobre la alfombra y nosotros leyendo un libro que no se encuentra en Internet. O escuchando música, esa de los Beatles que te gustaba tanto y solías silbar tan bien. Mientras tallabas la madera buscando mi rostro, recuerdo que me hablabas de Diógenes con tanta admiración. Yo te discutía la salud mental del filósofo del tonel. Pero estábamos juntos.
Eso es lo que quería decirte. Lamento que fuera imposible hacerlo porque  las últimas noticias tuyas que he tenido son muy tristes. Esta carta se la daré a tu mamá, espero que ella te la entregue donde quiera que estés.

Terminó de leer la carta que su madre le alcanzó y se quedó pensando, mientras dejaba que el papel se deslizara de su mano como un pájaro herido.  Luego, con el pulso tembloroso asió la botella de ginebra y se la acercó a sus labios hasta terminar la bebida. Sus ojos, rodeados de sombras oscuras, se llenaron de lágrimas y adquirieron un color rojizo. 
Había terminado el horario de visitas. Su madre envolvió con un viejo diario la botella y la metió en el bolso; le secó las lágrimas, le dio un beso en la frente y se marchó. Sin manifestar ninguna expresión en su rostro, él la siguió con la mirada perdida.





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